
Tumba de Nebamun. Comentario
TUMBA DE NEBAMUN. Comentario
Clasificación
Las pinturas que analizamos proceden de la tumba de Nebamun, funcionario del templo de Amón en Karnak, realizadas hacia el 1350 a.C., durante el reinado de Amenhotep III, en la XVIII Dinastía del Imperio Nuevo egipcio. Estas composiciones murales, ejecutadas con la técnica del temple sobre yeso seco, pertenecen al estilo egipcio funerario tebanizado, caracterizado por el uso del color plano, la frontalidad combinada con el perfil, y la jerarquía de escala. Se trata de pinturas anónimas, como era habitual en el arte egipcio, donde lo importante era la función simbólica más que la autoría. Aunque la tumba fue destruida, varias escenas fueron rescatadas en el siglo XIX y actualmente se conservan en el British Museum de Londres, donde representan uno de los conjuntos más célebres del arte del Antiguo Egipto.
Descripción
Estas pinturas son representaciones figurativas y simbólicas, cuyo propósito es garantizar la vida eterna idealizada del difunto en el Más Allá. A diferencia del arte naturalista, el arte egipcio responde a un canon estable: la cabeza y las piernas se muestran de perfil, el torso de frente y los ojos abiertos al espectador. El soporte original fue mural, aplicado sobre una capa de estuco que recubría las paredes excavadas en la roca.
La técnica empleada fue el temple seco, y los pigmentos utilizados eran minerales, resistentes al paso del tiempo. Los temas representados incluyen escenas de caza en los pantanos, banquetes festivos, ofrendas religiosas, y bailarinas y músicos. Generalmente, Nebamun aparece como protagonista central, de mayor tamaño, acompañado de su esposa y su hija. Todas las escenas se disponen en registros horizontales, y aunque describen actividades cotidianas, su intención es profundamente espiritual: representar una existencia eterna, ordenada y próspera, como recompensa por una vida ejemplar.
Análisis
La línea es el recurso estructural dominante, ya que delimita con claridad cada figura, animal u objeto. Además, marca las formas con nitidez, creando un efecto de estabilidad visual. Las siluetas quedan perfectamente diferenciadas entre sí, lo que refuerza la función narrativa de la imagen. Por consiguiente, no existe ambigüedad en la lectura del contenido.
El volumen no está desarrollado mediante gradación tonal o claroscuro. Las figuras se muestran en superficies planas de color uniforme. A pesar de ello, las poses elegidas, como piernas abiertas o cabezas giradas, insinúan cierta tridimensionalidad convencional. No obstante, el objetivo no es crear ilusión de profundidad, sino ofrecer claridad conceptual. Así mismo, esta elección estilística transmite una concepción simbólica del espacio, donde lo eterno prima sobre lo efímero.
Respecto a la perspectiva, no se emplea una construcción geométrica, ni se genera un punto de fuga. Las escenas se organizan en registros superpuestos, uno sobre otro, lo que permite representar simultáneamente distintas acciones. También se utiliza la jerarquía de tamaños, en la que los personajes principales, como Nebamun, aparecen de mayor escala que los sirvientes, músicos o animales. Este tipo de representación no es realista, pero responde a un orden mental y social claramente estructurado.
Los colores aplicados son intensos, planos y simbólicos. Frecuentemente, el ocre identifica la piel masculina, mientras que el amarillo claro se reserva para la femenina. El azul y el verde se destinan a la vegetación, el agua o los elementos del entorno. A pesar de la ausencia de gradación cromática, la combinación de colores genera una imagen vibrante, legible y equilibrada. Evidentemente, el uso del color no es solo estético, sino funcional y ritual.
La luz, en cambio, no está representada de forma natural. No se observan sombras, ni hay fuentes luminosas reconocibles. Sin embargo, la elección de colores vivos y contrastantes crea una sensación de claridad generalizada. Lógicamente, no se pretende reproducir el mundo visible, sino fijar un ideal eterno. La iluminación se convierte, entonces, en una convención simbólica, no física.
La composición de las escenas es cerrada, equilibrada y simétrica. Cada elemento se coloca con precisión dentro de registros horizontales. Así mismo, se evita el caos o la saturación, permitiendo que cada figura conserve su individualidad visual. El personaje principal se sitúa habitualmente en el centro o en una posición dominante, reforzando su estatus y relevancia dentro del ciclo narrativo.
El movimiento, aunque limitado, está sugerido por ciertas posturas: brazos alzados, piernas abiertas, animales en salto o músicos en acción. Estas representaciones no buscan un realismo dinámico, sino una codificación visual que permita reconocer el tipo de acción representada. Por tanto, el dinamismo es contenido, pero eficaz en su propósito simbólico.
La expresividad facial es hierática. Los rostros son serenos, sin emociones individualizadas. A pesar de eso, el contexto de las acciones, el ritmo de las posturas y la interacción entre personajes aportan significados emocionales de segundo orden. En consecuencia, la expresividad no se transmite por el gesto, sino por el conjunto visual y su iconografía ritual.
Comentario
Estas pinturas pertenecen al estilo funerario del Imperio Nuevo, desarrollado especialmente en la ciudad de Tebas entre los siglos XVI y XI a.C. Durante este periodo, Egipto goza de estabilidad política, expansión territorial y esplendor religioso. El culto a Amón, el poder de los templos y el sistema burocrático posibilitan la existencia de una élite educada, como Nebamun, que encarga tumbas decoradas para asegurar su memoria y salvación.
El arte egipcio tiene una función esencialmente ritual y mágica. Las imágenes no representan la realidad como es, sino como debe ser. Por eso, el arte es repetitivo, simbólico y codificado. En las tumbas, las escenas garantizan que el difunto siga realizando en la eternidad las mismas actividades placenteras que disfrutó en vida: pescar, comer, cazar, bailar, recibir homenajes.
Las principales características del estilo que aquí se observan son:
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Representación simultánea del perfil y la frontalidad.
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Uso sistemático de registros horizontales narrativos.
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Escala jerárquica en función del rango del personaje.
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Paleta de colores simbólica y estable.
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Abstracción de la perspectiva y la profundidad.
Obras similares pueden observarse en otras tumbas tebanas, como las de Nakht, Ramose o Menna, donde se repite este lenguaje visual codificado. Aunque los artistas eran anónimos, su formación en talleres del templo aseguraba la coherencia estilística y simbólica. En consecuencia, no se consideraban creadores individuales, sino servidores del orden divino.
Conclusión. Tumba de Nebamun
Las pinturas de la tumba de Nebamun son uno de los ejemplos más brillantes del arte egipcio. Además de su calidad estética, ofrecen una valiosa visión del pensamiento, la religión y la vida social del Antiguo Egipto. En ellas, el arte actúa como un puente entre lo terrenal y lo eterno, entre el orden humano y el orden cósmico.
Desde su descubrimiento, estas obras han tenido un notable impacto en la cultura visual occidental. Inspiraron a artistas del siglo XIX fascinados por Oriente, así como a movimientos decorativos modernos. Aún hoy, siguen impresionando por su color, claridad y mensaje profundo. Por tanto, son no sólo testimonio de una civilización, sino también una fuente de admiración universal.
Bibliografía. Tumba de Nebamun
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Assmann, J. (2011). La muerte como tema central de la religión egipcia. Madrid: Trotta.
- Wikipedia