
Pinturas de la cueva del Castillo. Comentario
Pinturas de la Cueva del Castillo. Comentario
Clasificación
La Cueva del Castillo forma parte del arte rupestre paleolítico, dentro del Paleolítico Superior, entre el Gravetiense y el Magdaleniense (40.000–12.000 a.C.). Sus pinturas más antiguas, especialmente un disco rojo, han sido datadas en más de 40.800 años, siendo posiblemente las más antiguas del mundo. Pertenece al estilo franco-cantábrico, conocido por su naturalismo simbólico y parietal. Está ubicada en Puente Viesgo, Cantabria, y pertenece al conjunto de cuevas del Monte Castillo, reconocido como Patrimonio Mundial por la UNESCO en 2008. La cueva se conserva en excelente estado, especialmente por su ubicación subterránea y las medidas restrictivas de acceso.
Descripción
Las pinturas de la Cueva del Castillo se realizaron sobre la roca caliza de las paredes internas de la cueva, usando técnicas diversas como el estarcido, el soplado de pigmento y el trazo directo. Los pigmentos, generalmente óxidos de hierro y manganeso, se aplicaban con la boca, con pinceles rudimentarios o con los dedos. En cuanto al soporte, se empleaban las paredes de la cueva, que en ocasiones se aprovechaban para generar volumen o sugerir formas naturales.
El repertorio iconográfico incluye manos en negativo, puntos, discos, símbolos abstractos y figuras animales, como bisontes, caballos, cabras montesas y ciervos. Muchas manos muestran dedos retraídos, lo cual podría indicar un lenguaje gestual o ritual. En efecto, el conjunto no responde a criterios decorativos, sino a una intención simbólica profunda. Como es de esperar, se trata de una expresión de carácter mágico o ritual, relacionada con creencias espirituales o de caza.
Análisis
La línea domina en la composición. Con trazos simples y fluidos, se definen tanto figuras animales como siluetas humanas. A pesar de su esquematismo, estas líneas transmiten un alto grado de expresividad. El color se limita a tonos rojos, ocres y negros, aplicados selectivamente. No buscan realismo, sino comunicar conceptos o emociones. Así, el uso del pigmento no responde a una lógica naturalista, sino a una lógica simbólica.
No existe una representación de luz directa, pero el contraste entre color y soporte genera efectos visuales dinámicos. Frecuentemente, se aprovechan las formas del relieve para reforzar la percepción de volumen. La perspectiva es inexistente en términos modernos, aunque hay algunos ejemplos de superposición para sugerir profundidad. De este modo, se crea una composición no narrativa, pero estructurada por áreas temáticas.
En cuanto al movimiento, algunas figuras muestran dinamismo. Por ejemplo, hay animales en marcha o con la cabeza girada. La expresividad es uno de los elementos clave del conjunto: aunque no realistas, las formas transmiten intención. En especial, las manos en negativo y los puntos reiterados indican un sistema de signos, probablemente con valor ritual o social.
Comentario histórico-artístico
El arte de la Cueva del Castillo se desarrolló en el marco de sociedades cazadoras-recolectoras del Paleolítico. Estos grupos, aunque nómadas, tenían una estructura social y simbólica compleja. Evidentemente, su cosmovisión incluía elementos mágicos y religiosos. Las cuevas decoradas eran espacios reservados, no habitados, probablemente usados en ceremonias o iniciaciones.
El contenido iconográfico de la cueva no está vinculado exclusivamente a la caza, como antes se creía. Por el contrario, se interpreta hoy desde enfoques simbólicos, chamánicos o cognitivos. Autores como David Lewis-Williams han propuesto que estas imágenes reflejan estados alterados de conciencia, experiencias visionarias o ritos de paso. En este contexto, las manos en negativo podrían tener un significado identitario o mágico, más allá de lo visual.
La datación del disco rojo en 40.800 años ha sido un punto de inflexión. De hecho, este hallazgo sugiere que su autor pudo ser un neandertal, lo que modificaría nuestra comprensión del arte prehistórico. Como resultado, la Cueva del Castillo no solo documenta el nacimiento del arte, sino también la capacidad simbólica de especies anteriores al Homo sapiens.
En cuanto al estilo, comparte elementos con otras cuevas franco-cantábricas, como Altamira, El Pindal o Chauvet. Las técnicas coinciden: soplado, trazo y uso del relieve. Así, puede hablarse de una tradición artística compartida, extendida por el norte de la península ibérica y el sur de Francia.
Además, su influencia ha alcanzado el arte contemporáneo. Por ejemplo, Picasso declaró: “después de Altamira, todo es decadencia”, y artistas como Miró y Tàpies tomaron elementos del arte prehistórico en sus obras. De este modo, lo ancestral se funde con lo moderno.
Conclusión. Pinturas de la Cueva del Castillo. Comentario
A fin de cuentas, la Cueva del Castillo representa uno de los testimonios más antiguos, complejos y valiosos del arte humano. Es, ciertamente, una huella del pensamiento simbólico primigenio, en un tiempo en que el arte era espiritualidad, comunicación y supervivencia. De manera decisiva, inaugura un lenguaje visual que trasciende el tiempo y el espacio.
Finalmente, esta obra nos conecta con los orígenes de la creatividad humana. Su simbolismo, su técnica y su permanencia convierten a la Cueva del Castillo en un documento esencial para la Historia del Arte. Por tanto, su estudio es clave para comprender los fundamentos del lenguaje artístico y del alma humana.
Bibliografía. Pinturas de la Cueva del Castillo. Comentario
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Bahn, P. G., & Vertut, J. (1997). Imágenes de la prehistoria: arte rupestre europeo. Madrid: Cátedra.
- Wikipedia