Cueva de Altamira. Comentario
CLASIFICACIÓN
El Bisonte de la Cueva de Altamira es una pintura rupestre anónima realizada durante el Paleolítico superior, en el periodo Magdaleniense (15.000–12.000 a.C.), dentro del llamado arte franco-cantábrico, caracterizado por un estilo naturalista figurativo. Se encuentra en el techo de la Sala de los Polícromos de la Cueva de Altamira, situada en Santillana del Mar, Cantabria (España), y fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985. Su estado de conservación es excepcional, y su técnica revela un dominio avanzado del dibujo, el color y el uso del soporte natural. Forma parte de un conjunto decorativo mayor, posiblemente ejecutado por diferentes manos, en el marco de prácticas rituales o simbólicas.
DESCRIPCIÓN
La representación del bisonte es figurativa y de carácter naturalista, con un alto grado de fidelidad anatómica. Está ejecutada sobre soporte mural, concretamente en el techo de la cueva, utilizando pigmentos naturales (óxidos de hierro y carbón) aplicados por medio de pintura con soplado, tamponado y pincelado. La técnica se completa con el aprovechamiento del relieve natural de la roca, que refuerza la sensación de volumen, especialmente en las zonas de la espalda y el vientre del animal. El género es animalístico, uno de los más frecuentes en el arte paleolítico, y el tema representado, el bisonte en reposo o echado, ha sido interpretado como parte de un complejo sistema simbólico posiblemente vinculado a la magia simpática o ritual de caza.
ANÁLISIS
La línea negra y gruesa predomina en el contorno, confiriendo fuerza, nitidez y expresividad a la figura.
El volumen se logra mediante una combinación muy efectiva de color y relieve natural, lo que genera una sensación tridimensional que sorprende por su modernidad.
En cuanto a perspectiva, se emplea una visión naturalista con deformaciones intencionadas (como torsión del cuello) para representar de forma clara las partes más significativas del cuerpo.
Los colores, mayoritariamente rojos, ocres y negros, poseen un marcado valor simbólico y expresivo, y están aplicados con una técnica magistral para lograr gradaciones tonales.
La luz no se representa directamente, pero se aprovechan las variaciones del color y el modelado de la roca para producir efectos de claroscuro.
La composición del bisonte es cerrada y autónoma, aunque forma parte de un conjunto mural más amplio, sin orden aparente pero con lógica simbólica.
El movimiento está ausente: el animal aparece echado, con una actitud hierática, transmitiendo solemnidad, respeto o poder.
La expresividad se centra en la fuerza visual del animal, con un tratamiento majestuoso del cuerpo y una mirada serena. Aunque sin emociones explícitas, transmite gravedad y presencia.
COMENTARIO
El arte paleolítico franco-cantábrico, del que forma parte la pintura del Bisonte de Altamira, se desarrolla entre 35.000 y 10.000 a.C., especialmente en el norte de España y el sur de Francia. En este contexto, las sociedades humanas eran cazadoras-recolectoras, sin estructuras estatales ni escritura, pero con una compleja cosmovisión que se manifiesta en sus expresiones gráficas.
La función del arte en estas comunidades no era decorativa, sino probablemente ritual o simbólica. Las principales interpretaciones apuntan a prácticas de magia simpática para favorecer la caza, o a ritos de paso y chamanismo, donde las cuevas actuaban como santuarios. La ubicación de las figuras en zonas profundas y oscuras refuerza esta hipótesis.
Entre los rasgos principales del estilo, destacan:
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Representaciones figurativas de animales.
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Gran naturalismo anatómico.
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Uso de técnicas mixtas (grabado, pintura, relieve).
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Escasa representación humana.
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Distribución aparentemente libre en el espacio pictórico.
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Ausencia de narración, con imágenes aisladas pero significativas.
Las obras más emblemáticas de este estilo incluyen las pinturas de Lascaux, Chauvet, Niaux, El Castillo y, por supuesto, Altamira. La Cueva de Altamira es considerada una de las “Capillas Sixtinas del arte rupestre” por la calidad técnica y expresiva de sus representaciones.
El artista o artistas de Altamira pertenecen a una comunidad anónima, pero su dominio del espacio, el trazo y el volumen es indiscutible. Su estatus dentro del grupo debió estar ligado a funciones rituales o religiosas, tal vez con una posición de prestigio dentro del clan.
CONCLUSIÓN. Cueva de Altamira
El Bisonte de Altamira constituye uno de los hitos fundamentales en la historia del arte. Su principal aportación reside en haber demostrado que la capacidad artística, simbólica y técnica existía ya en las primeras etapas de la humanidad. Esta obra es una muestra de un arte no narrativo, pero cargado de sentido espiritual, y que revela una visión compleja del mundo natural y de las fuerzas invisibles que lo rigen.
Su influencia posterior se manifiesta en la historia del arte contemporáneo, especialmente a raíz de su redescubrimiento en el siglo XIX. Pintores como Picasso reconocieron su valor estético y simbólico. De hecho, el propio artista malagueño dijo al visitar Altamira: “Después de Altamira, todo es decadencia”, reconociendo en estas pinturas un origen profundo de la creación artística.
En definitiva, esta obra no solo es un testimonio excepcional del pasado, sino que sigue siendo hoy una referencia universal de la creación artística, un espejo donde mirarnos para comprender el impulso estético y simbólico del ser humano.
BIBLIOGRAFÍA. Cueva de Altamira
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Leroi-Gourhan, A. (1965). El arte rupestre: lenguaje del Paleolítico superior. Madrid: Akal.
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Ripoll, S. (2004). La cueva de Altamira y su entorno. Santander: Fundación Marcelino Botín.
- Wikipedia