Artículo 2. Serán reconocidos los empleos, grados y condecoraciones de los generales, jefes y oficiales, y demás individuos dependientes del ejército del mando del teniente D. Rafael Maroto, quien presentará las relaciones con expresión de las armas a que pertenecen, quedando en libertad de continuar en libertad de continuar sirviendo defendiendo la Constitución de 1837, el trono de Isabel II y la Regencia de su augusta Madre, o bien de retirarse a sus casas los que no quieren seguir con las armas en la mano.
Convenio de Vergara, 1839
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Abrazo de Vergara (1839) |
CLASIFICACIÓN: Nos encontramos ante una fuente primaria, de naturaleza jurídica, entendiéndose como un documento que emana autoridad y es de obligado cumplimiento por las partes firmantes. Su carácter es político y trata de fijar las condiciones para el bando carlista tras su rendición. Se trata del conocido como Convenio de Vergara, firmado por el general Baldomero Espartero y el general Rafael Maroto, en el año 1839 y que pone fin a la Primera Guerra Carlista. Su carácter es público y su destinatario es la nación española.
ANÁLISIS: El texto original está formado por un preámbulo y varios artículos que se exponen de forma no consecutiva, la idea principal es sentar las condiciones sobre la que se construirá la futura convivencia entre las dos partes. Entre las ideas secundarias, y que vienen expuestas en el Artículo 2, que es el que aquí se presenta, es la de ofrecer el mantenimiento del empleo, el grado y las condecoraciones a los militares del bando carlista, siempre bajo la condición de jurar la Constitución y fidelidad a la reina Isabel II.
COMENTARIO: La Guerra Civil Carlista, comienza con un problema dinástico, son precisamente los Borbones lo que instauran la Ley Sálica en España que impedía gobernar a las mujeres. Puesto que Fernando VII tuvo como única heredera a Isabel II, decide derogar la Ley Sálica mediante la pragmática sanción. Sin embargo, Carlos María Isidro, hermano del rey, y por tanto heredero legítimo no lo acepta. No tardan en aparecer dos bandos enfrentados, los partidarios de Isabel II y los partidarios de Carlos María Isidro, que en adelante serán llamados «carlistas». Los partidarios de Isabel II, con el fin de ganar adeptos hacen concesiones a los liberales, que habían sido denostados durante la «Década Ominosa», y así logran que Isabel II acceda al trono en 1833, bajo la regencia de su madre María Cristina, debido a su minoría de edad. Es en este momento cuando comienza la Primera Guerra Carlista, que no sólo enfrentará a dos bandos dinásticos, sino también a dos ideologías políticas, el liberalismo y el absolutismo. Además en los territorios de País Vasco y Navarra, comienza a extenderse la idea de que el liberalismo acabará con sus fueros, ya que impondrá una igualdad jurídica y fiscal en todo el territorio español. Es por tanto, en estas zonas País Vasco y Navarra donde el movimiento carlista tendrá un mayor calado.
La Guerra Carlista se desarrolla de forma discontinua y desigual y la historiografía suele dividirla en tres etapas. En la Primera Etapa (1833-1834) el bando carlista trata de unificar sus territorios en País Vasco y Navarra, para ello era necesaria la toma de Bilbao, ciudad más importante y en manos del bando cristino. Para ello se llevó a cabo un sitio en 1834, donde murió Zumalacárregui, uno de los generales más aclamados del bando carlista, con su muerte y el fracaso del sitio de Bilbao en 1835 el movimiento carlista pierde fuerza. En 1836 bajo el mando del general Miguel Gómez se lleva a cabo la gran expedición real, con ella se pretendía hacer un acto de propaganda, y la búsqueda de voluntarios y apoyos que participaran en el movimiento carlista, la gran expedición pretendía terminar con una entrada triunfante en Madrid, sin embargo el general Gómez, a las puertas de Madrid decide retirarse. En 1839, el movimiento carlista se escinde en dos facciones, una partidaria de la negociación, debido a que ya se sentían derrotados, y una facción radicalizada que pretendía continuar con la lucha armada. Es en este contexto cuando Rafael Maroto y Baldomero Espartero firman el Convenio de Vergara. No obstante, el movimiento carlista seguirá activo, la facción radical con el general Cabrera al frente se mantendrá en guerra, haciéndose fuerte en la zona del Maestrazgo hasta que sean finalmente derrotados en 1840.
CONCLUSIÓN: Con el Convenio de Vergara se pone fin a la Guerra Carlista, y se pretende con el documento una conciliación entre los dos bandos. Además del respeto de los grados y condecoraciones de los generales vencidos y su incorporación al ejército, se hacen concesiones como el respeto de los fueros de País Vasco y Navarra. En ningún momento el documento trata de humillar o establecer duras condiciones a los vencidos, sino más bien trata de contentar a todas las partes. Parece que los términos del acuerdo o Convenio de Vergara fueron establecidos por Espartero, pretendiendo ganar adeptos al liberalismo al tiempo que Carlos María Isidro perdiera apoyos a su causa.
Aún así, el Convenio de Vergara no logró terminar definitivamente con el movimiento carlista, que se reanudará con los descendientes de Carlos María Isidro y que dará lugar a una Segunda Guerra Carlista (1846-1849) e incluso una Tercera Guerra Carlista por oposición a la monarquía extranjera de Amadeo I de Saboya (1871-1873).
A partir de la Restauración, el movimiento carlista pierde fuerza, aunque siempre existirá un reducto que se aglutinará en torno a los partidos más conservadores y que reaparecerá ocasionalmente, pero sin la capacidad que tuvo durante el siglo XIX.
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