IDENTIFICACIÓN: Nos encontramos ante un mural anónimo, datado entre el 9000 a. C. y el 6000 a. C. Se encuentra en una cueva conocida como de la “Araña” en Bicorp, provincia de Valencia. La cueva fue descubierta por Jaime Porch y Gari en los años 20 del siglo XX. En 1998 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, junto con varios yacimientos.
DESCRIPCIÓN: Se trata de un mural pintado sobre la roca de un abrigo en la montaña. Podríamos decir que se trata de una escena costumbrista, donde aparece la figura, seguramente, de un hombre, aunque costaría definir su sexo, escalando un árbol o quizá trepando por una liana, para recolectar miel de un enjambre, el hombre porta un utensilio para recoger la miel y alrededor aparecen varias abejas. Llama la atención como el artista utiliza un vacío de la roca donde supuestamente se halla escondido el panel.
Para su utilización se utiliza una técnica sencilla, de pintura monocromática, en color rojo, seguramente obtenido a partir de óxido de hierro o manganeso, mezclada con grasa animal o resinas vegetales que actuarían como aglutinantes, para después aplicarse con rudimentarios pinceles realizados con cerdas de animales.
ANÁLISIS FORMAL: En su aspecto normal vemos que se trata de una escena figurativa de tipo costumbrista, pero lejos de la pintura franco-cantábrica, el artista se aleja de todo naturalismo, para en un ejercicio de abstracción, simplificar las formas a lo esencial, aunque siempre reconocibles. Los rasgos anatómicos del hombre son básicos, así como los de los insectos, y las lianas, la mayor simplificación se da en un hueco abierto en la roca, donde supuestamente se encontraría la colmena o enjambre, no llegando a utilizar ningún tipo de pigmento lo que demuestra el ingenio del artista.
En cuanto a la composición es bastante sencilla, parece que el artista compone la escena partiendo del agujero en la roca donde estaría el enjambre disponiendo el resto de elementos a su alrededor, no se aprecia simetría en la composición, pero el uso de las largas líneas de lo que suponemos son lianas y la postura forzada del hombre sugieren cierta inestabilidad. Tampoco apreciamos uso alguno de la perspectiva, así, la escena se desarrolla en un espacio plano.
El uso del color es bastante sencillo, totalmente monocromo y con predominio sobre una línea inexistente, ni siquiera en los contornos. El ejercicio de simplificación o abstracción también llega, como vemos al uso del color.
Especial atención merece la figura humana, donde se ha reducido sus formas a las más básicas, es decir, cabeza, tronco y extremidades, donde ni siquiera podemos apreciar manos o pies. Tampoco distinguimos el sexo, ni ningún tipo de adorno, o vestido, a excepción del utensilio que utilizará para recoger la miel. Lo más destacado es el uso de un canon alargado que estiliza bastante la figura, aunque no apreciamos ni las formas sinuosas ni la gracilidad de otras pinturas mesolíticas, más bien, la figura adopta un postura tensa, que ayuda a dar más fuerza a la escena.
ESTILO: Todos los rasgos formales que apreciamos en la imagen, desde el uso del monocromatismo, la aparición de la figura humana, la narración de escenas de la vida cotidiana y la estilización o uso de un canon alargado, nos lleva a concluir que se trata de una pintura rupestre, que ubicaremos dentro del estilo de Pintura Levantina, que se dio durante el Mesolítico, entre el 9000 a. C. y el 4000 a. C.
FUNCIÓN Y SIGNIFICADO: A diferencia de las pintura franco-cantábricas, parece que detrás de estas pinturas no se encuentra ninguna función o significado mágico-religioso, más bien responden a una necesidad de narrar historias de la vida cotidiana, y puede que de trascender a las generaciones futuras. No obstante, si parece que los abrigos fueron lugares de culto durante muchos años, incluso puede que en época de las colonizaciones griega y fenicia.
COMENTARIO: La Pintura Levantina, a pesar de su nombre, se extiende en un amplio marco geográfico desde Escandinavia hasta el Norte de África. Hacia el 9000 a. C. finaliza la glaciación Würm, dando comienzo al Mesolítico, una etapa de transición entre el Paleolítico y el Neolítico que se caracteriza, por el uso de nuevas herramientas, nuevas formas de asentamiento, y sobre todo, una nueva relación con la naturaleza, que se aleja de la hostilidad de la glaciación, y tiene su reflejo en este tipo de pinturas, donde el ser humano comienza a ser protagonista, quizá desde una conciencia de dominio de ciertos aspectos de la naturaleza. Así, los artistas comienzan a reflejar su modo de vida, bien sea con escenas de caza, combates, desfiles o danzas, sin mayor significado simbólico, sino quizás, sólo como una forma de trascender a las generaciones futuras. La Pintura Levantina, hoy declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, parece heredar ciertas técnicas pictóricas del Paleolítico como el uso de los pigmentos y su forma de aplicación bien sea con los dedos o con rudimentarios pinceles de cerdas de animal, sin embargo, su estilo es totalmente distinto, dinámico, sinuoso, grácil, estilizado que parece no tener continuidad, aunque pudiera influir en la Pintura Esquemática Levantina que tuvo lugar en el II y I Milenio a. C.