“Pelayo estaba con sus compañero en el monte Aseuva, y el ejército de Alqama llegó hasta él y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de la cueva.
El predicho obispo (obispo visigodo Oppas, aliado con los árabes) subió a un montículo situado ante la cueva dominica y habló así a Pelayo: “Pelayo, Pelayo, ¿dónde estás?”.
El cual, desde una ventana, dijo en respuesta: “Aquí estoy”.
Al cual el obispo: “Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda España unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los otros países por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos, no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas, ¿podrás defenderte en la cima de este monte? Lo que me parece difícil. Escucha ciertamente mi consejo y haz volver tu ánimo de esta decisión, para que goces de muchos bienes y disfrutes de la amistad de los caldeos”.
[…] Pelayo dijo: “Cristo es nuestra esperanza; que por este pequeño montículo que ves sea España salvada y reparado el ejército de los godos. Confío en que se cumplirá en nosotros la promesa del Señor […]”
El obispo, vuelto entonces al ejército, dijo: “Acercaos y pelead. Ya habéis oído cómo me ha respondido; a lo que adivino de su intención no tendréis paz con él, sino por la venganza de la espada”.
Por su parte ahora ya el predicho Alcaman mandó comenzar el combate, y los soldados tomaron las armas. Se levantaron furibundos, se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las magnificiencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la Santa Virgen María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos. Y como Dios no necesita las lanzas, sino que da la palma de la victoria a quien quiere, los cristianos salieron de la cueva para luchar contra los caldeos; emprendieron éstos la fuga, se dividieron en dos sus destacamentos, y allí mismo fue al punto muerto Alcaman y apresado el obispo Oppas. En el mismo lugar murieron ciento veinticinco mil caldeos.
Los sesenta y tres mil restanes subieron a la cumbre del monte Auseva y por el lugar llamado Amuesa descendieron a la Liébana. Pero ni éstos escaparon a la venganza del Señor; cuando atravesaban la cima del monte que está a orillas del río llamado Deva, junto al predio de Cosgaya, se cumplió el juicio del Señor: el monte, desgajándose de sus cimientos, arrojó al río de los sesenta y tres mil caldeos y los aplastó a todos.
Crónica de Alfonso III (versión rotense).
CLASIFICACIÓN: Nos encontramos ante un fragmento de la Crónica de Alfonso III, rey de León., donde se relata la Batalla de Covadonga. Se trata de un texto de naturaleza histórico-literaria, descartando que se trate de un texto hisoriográfico debido a que no se puede considerar que sean fruto de la investigación y por su falta de rigor científico. Se trataría de una fuente secundaria, seguramente recopilada casi un siglo después, seguramente en torno al año 880 por un monje al servicio de la monarquía leonesa. Su carácter es público, dirigida a un lector culto, su finalidad es propagandística tratando de exaltar la fe cristiana.
ANÁLISIS: La idea principal del texto es la Batalla de Covadonga. Además aparecen otras ideas secundarias como las siguientes:
En los primeros párrafos, se relata como, llegadas las tropas musulmanas a los parajes de Cangas de Onís, hay un intento del obispo Oppas, que participaba de la causa musulmana, de comprar a Pelayo para su causa.
Pelayo, responde negándose al ofrecimiento de Oppas, argumentando que confía en su causa y que Dios le ayudará a pesar de iniquidades y pecados de los godos. Ante tal respuesta, el obispo Oppas, llama a las tropas musulmanas al ataque.
En los párrafos siguientes se esgrime la victoria de Pelayo, que con ayuda de Dios y de la Virgen de Covadonga logra derrotar a 125.000 hombres musulmanes. Saliendo a la fuga 63.000 que también murieron debido a un desprendimiento de tierras provocado por la gracia divina. En el combate murío el general de las tropas musulmanas Alcaman, y fue apresado el obispo Oppas.
COMENTARIO DE TEXTO: En general, suele considerarse la batalla de Covadonga en el 722 como el inicio de la Reconquista. Podemos decir, que esta batalla es la primera derrota musulmana en Occidente, más tarde seguida por la derrota de Poitiers en el 732 de manos del rey de los francos Carlos Martel.
El inicio de la resistencia, parte de la negación de Pelayo y sus gentes de pagar los impuestos de los dimnies, chizyá y jarach, lo que motivó que se pertrecharan las tropas al mando de Alcaman para hacer sucumbir a los insumisos. Es posible, que Pelayo, aprovechara su conocimiento del terreno planeando la batalla en un lugar con difícil acceso y que dificultara los movimientos, haciendo que el número de combatientes no supusiera una ventaja.
Tras la derrota, parece que el gobernador de Al-Ándalus, no viendo una amenaza en los astures, desistiera en la conquista del territorio. Lo que dio pie a la formación de una entidad política, que fue consolidándose poco a poco, llegando, en épocas posteriores a erigirse en herederos del estado visigodo, en lo que se ha venido en llamar “neogoticismo asturleonés” por Sánchez Albornoz. En los reinados de Alfonso II (791-842) y Alfonso III (866-910) comienza la restauración del orden gótico, en la constitución política y eclesiástica y la idea de una monarquía continuadora de la visigoda.
Esta idea de la restauración visigoda, más el nuevo culto de Santigo, así como la expansión territorial durante el reinado de Alfonso III, alentarán a la idea de la reconquista de Hispania, a menudo con tintes de cruzada.
Poco a poco irán surgiendo otros focos de resistencia, principalmente en la zona pirenaica, que como Asturias, aprovecha la inaccesibilidad y la orografía como forma de defensa. Uno de esos territorios serán los ducados de Aragón, Sobrarbe y Zaragoza en torno al año 800, bajo el control de los carolingios. Así como Pamplona, bajo la protección de los Banu Qasi de Zaragoza, o la Marca Hispánica que con el tiempo serán los Condados Catalanes. Que también contribuirán a la reconquista del territorio peninsular.
CONCLUSIONES: En cuanto al texto, debemos decir que su aportación histórica hay que considerarla dentro del contexto medieval, con una fuerte influencia bíbilica, como observamos en algunos de los términos empleados como “caldeos” o “ismaelitas” refiriéndose a los musulmanes, en el sentido de infieles. O la comparación que podemos ver con el pasaje de Moíses, así como la intecesión divina. La fiabilidad del texto, está claramente relacionada con la función del autor, que en este caso, es claramente una parte interesada, si bien, parece cierto el acontecimiento histórico que se narra, ya que hay noticias de la batalla de Covadonga en crónicas musulmanas, parece exagerado el número de combatientes, 185.000, donde seguramente sería un número mucho menor, así como la intercesión divina, que supone una relación no inmanente y secular de la Historia, obviando uno de los axiomas incuestionables de la investigación histórica.