Altar de Zeus en Pérgamo

Altar de Zeus en Pérgamo


Altar de Zeus en Pérgamo. Comentario


Clasificación

El Altar de Zeus en Pérgamo, mandado construir por el rey Eumenes II en el periodo comprendido entre 180 y 160 a.C., se erige como una de las obras cumbre del arte helenístico. Esta obra se sitúa en la ciudad de Pérgamo, capital del reino helenístico homónimo, actualmente en Turquía, y forma parte de un ambicioso programa artístico y urbanístico. El altar está atribuido a un taller colectivo de escultores griegos, aunque se desconocen los nombres de sus autores.

Se trata de una manifestación monumental del estilo helenístico, tanto por su expresividad como por su función política. El friso escultórico que lo rodea —dedicado a la Gigantomaquia— es uno de los más sobresalientes del arte griego antiguo. Actualmente, el altar se conserva parcialmente reconstruido en el Museo de Pérgamo en Berlín, Alemania, siendo objeto de debates en torno a la restitución del patrimonio cultural.


Descripción

El Altar de Zeus en Pérgamo responde a la tipología de edificio votivo monumental al aire libre, no de templo cerrado. Está construido en mármol blanco, material que permite una talla detallada y brillante, característico de la escultura helenística.

Su planta es rectangular, con una gran escalinata central flanqueada por dos alas laterales en forma de U, sobre un elevado podio. La fachada principal, orientada hacia el este, destaca por su amplia escalinata y por una columnata jónica que enmarca la parte superior del altar. Los elementos sustentantes son columnas de orden jónico que soportan un entablamento con una rica decoración escultórica.

El edificio carece de cubierta, ya que fue concebido como un espacio abierto, adaptado al culto al aire libre. En el alzado, la composición arquitectónica subraya la monumentalidad del conjunto gracias a la elevada base escalonada. Los elementos decorativos más sobresalientes son los frisos en altorrelieve que rodean el podio, donde se representa la lucha entre dioses olímpicos y gigantes con una intensidad dramática inusitada en el arte clásico.


Análisis

La luz en el altar desempeña un papel expresivo fundamental. Al tratarse de un espacio abierto, la luz solar incide directamente sobre el friso, realzando los volúmenes y acentuando los contrastes de luces y sombras. Esta iluminación natural enfatiza el dramatismo de las escenas representadas. Aunque actualmente se presenta en mármol blanco, es muy probable que el altar estuviera originalmente policromado, especialmente los frisos, lo cual habría intensificado la vivacidad de las escenas.

El volumen se articula de forma escalonada y monumental, especialmente en el tratamiento escultórico, donde las figuras emergen casi completamente del plano, rozando la tridimensionalidad. Desde el exterior se percibe la estructura en forma de U con un ritmo claro y articulado gracias a la alternancia de columnas jónicas, así como la sucesión continua de escenas escultóricas sin interrupción.

En cuanto al ritmo, este se logra tanto a través del orden arquitectónico como en el friso, donde se suceden figuras en movimiento, entrelazadas en lucha. Las proporciones del altar revelan una clara monumentalidad, con un equilibrio compositivo entre las partes, pero con una clara orientación hacia la expresividad antes que a la armonía idealizada. El resultado es un edificio que, más que buscar serenidad, pretende impresionar al espectador, implicarlo emocionalmente y transmitir una ideología concreta: la victoria del orden heleno frente al caos bárbaro.


Comentario

El Altar de Zeus forma parte del arte del Helenismo, periodo que se extiende desde la muerte de Alejandro Magno en 323 a.C. hasta la batalla de Accio en el 31 a.C. Su origen se sitúa en las capitales de los reinos helenísticos, como Alejandría, Antioquía o Pérgamo, que buscaban legitimar su poder a través del mecenazgo artístico. En este contexto, el reino de Pérgamo se posicionó como un centro de cultura y arte, y el altar fue una obra clave en esa estrategia.

La localización original del altar era la acrópolis de la ciudad de Pérgamo. Desde allí, dominaba el paisaje urbano y simbolizaba el poder de los reyes atálidas, en especial de Eumenes II, su impulsor. La obra fue concebida como un monumento religioso y político, consagrado a Zeus y Atenea, divinidades protectoras de la ciudad, pero también como símbolo de la victoria sobre los enemigos exteriores, especialmente los gálatas.

La representación de la Gigantomaquia, es decir, la lucha entre dioses y gigantes, adquiere así una dimensión política: los dioses representan el orden y la civilización griega, mientras que los gigantes encarnan el caos, lo bárbaro y lo foráneo.

El estilo helenístico se caracteriza por una serie de rasgos que están claramente presentes en esta obra:

  • Dinamismo compositivo, con cuerpos en torsión, escorzos y gestos intensos.

  • Dramatismo emocional, visible en los rostros y posturas de las figuras.

  • Ruptura de la frontalidad y creación de profundidad mediante superposición de planos.

  • Narración continua y fluida, sin pausas visuales.

  • Técnica refinada que se acerca a lo tridimensional.

Estas características lo distinguen del clasicismo griego del siglo V a.C., donde predominaba la serenidad, el equilibrio y la proporción ideal. El friso de la Gigantomaquia no es solo una obra maestra de la escultura, sino también un relato visual que conjuga mitología y propaganda política.

Entre las obras comparables del periodo se encuentran la Victoria de Samotracia, la Venus de Milo, o el grupo escultórico del Laocoonte y sus hijos, todas ellas ejemplos de la misma búsqueda de expresividad. Si bien no se conocen los nombres exactos de los artistas que trabajaron en el altar, es probable que pertenecieran a un taller colectivo griego, como era habitual en las grandes empresas artísticas del Helenismo. A diferencia del periodo clásico, el artista en el mundo helenístico comienza a adquirir una identidad reconocida, aunque sigue siendo en muchos casos un anónimo ejecutor al servicio del poder.


Conclusión. Altar de Zeus en Pérgamo

El Altar de Zeus en Pérgamo constituye una de las obras más relevantes de la escultura y arquitectura del periodo helenístico. Su principal aportación a la historia del arte reside en su capacidad para integrar la monumentalidad arquitectónica con una escultura de altísima calidad técnica y un profundo contenido simbólico.

Supone un hito en la evolución del relieve, al casi disolver la frontera entre escultura y espacio, y abrir nuevas vías expresivas. Además, el altar pone de manifiesto la relación entre arte y poder político, y la instrumentalización de la mitología como vehículo de propaganda.

Su influencia posterior se percibe en el arte romano imperial, especialmente en los relieves conmemorativos de los foros. Más adelante, durante el Barroco, artistas como Gian Lorenzo Bernini recuperaron el gusto por el movimiento, la teatralidad y el patetismo presentes en el Altar de Pérgamo. Incluso en el siglo XX, su traslado y exposición en Berlín abrió importantes debates en torno al papel del museo moderno y el significado de la descontextualización del patrimonio arqueológico.

En definitiva, el Altar de Zeus en Pérgamo no solo es una obra excepcional desde el punto de vista formal y técnico, sino que también constituye un documento histórico de enorme valor, capaz de revelar los vínculos entre religión, poder y arte en una época de profundas transformaciones políticas y culturales.


Bibliografía. Altar de Zeus en Pérgamo

  • Boardman, J. (1991). El arte griego. Madrid: Alianza Editorial.

  • Moreno, A. (2000). La escultura helenística. Madrid: Akal.

  • Rouveret, A. (2001). Historia de las artes visuales en la Antigüedad. Madrid: Akal.

  • Pollitt, J. J. (2001). El arte en la época helenística. Madrid: Cátedra.

  • García y Bellido, A. (1999). Arte y arqueología de la Grecia antigua. Madrid: Gredos.

  • Wikipedia
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