Una de las mayores aportaciones del arte romano a la Historia del Arte, fue el desarrollo del retrato en la escultura, desde la idealización que podemos ver en el Augusto Prima Porta, o el realismo en el retrato de Caracalla hasta otras concepciones que adelantan la estética medieval como el retrato de Constantino.
Augusto Prima Porta
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Augusto Prima Porta |
La imagen nos muestra un retrato romano. El retrato junto con el relieve histórico constituyen las dos expresiones más originales de la escultura romana. Aunque la imagen aparece recortad, podemos deducir que se trata de una escultura de cuerpo entero, de bulto redondo y esculpida en mármol blanco.
En cuanto a los aspectos formales, distinguimos un gran naturalismo en la obra, sin duda busca la copia del natural. La conseguida anatomía y los pliegues del manto nos dan muestra de ello. La obra está esculpida para ser vista de frente, sin embargo el plano frontal se rompe, con el escorzo del brazo inferior (hoy desaparecido) y suponemos del brazo superior (también desaparecido), esa ruptura del espacio abre sin duda, una multiplicidad de puntos de vista. Por otro lado suponemos una gran influencia de la estatuaria griega clásica, ya que seguramente adoptaría una postura con contrapposto o similar. En cuanto al tratamiento suponemos cierta idealización en la talla de la anatomía, de hecho, pensamos que sigue las proporciones y los cánones griegos, mientras que el rostro muestra mayor realismo, centrándose en los detalles faciales del modelo, para que sea reconocible, aunque es posible que esconda algunos defectos. La función de la obra no sólo sería la de representar al emperador, sino simbolizar el poder del emperador y por ende del Imperio Romano, incluso, la representación semidesnuda del Emperador supone una vinculación del mismo con la divinidad.
El retrato romano parte de dos influencias diferenciadas, por un lado la escultura funeraria estrusca, que tiene origen en las máscaras funerarias realizadas con cera sobre los difuntos, conocida como Images Maiorum. Este tipo de escultura había estado presente desde la monarquía etrusca y había terminado por convertirse en una práctica común entre los patricios de la República. Las máscaras de cera representaban a los difuntos de forma totalmente realista, ya que representaban el rostro tal y como era, el gusto por el realismo en el retrato debe por tanto su origen a las Images Maiorum.
Por la otra influencia fue el arte griego, bien clásico o helenístico, había influido notablemente en la estética romana, que asumió su estilo para si, incluida la idealización. Los escultores romanos, a veces, griegos, que trabajaban para los romanos, adoptaron proporciones, cánones, contrappostos y otros rasgos típicos de la escultura griega que adaptaron al gusto romano por el retrato. Desde época de Augusto, final siglo I a. C., aparece el retrato del emperador como imagen de poder, se manifiesta con cuatro tipologías básicas, con toga a modo de pretor, normalmente con una mano alzada arengando al pueblo y otra con un pergamino con las leyes; con coraza a modo de guerrero, ejemplo conocido de este tipo es el Augusto Primaporta; como Pontificex Maximus con toga y la cabeza cubierta, o divinizado, como en el ejemplo que tenemos donde se muestra desnudo o semidesnudo. El retrato imperial se mantendrá dentro de estos parametros durante la etapa del Principado, donde las diferencias se observan en modas como la barba o el tipo de peinado. Pero a principios del siglo III d. C. con la crisis del modelo esclavista, el final de las ciudades y la penetración de nuevas religiones como el Cristianismo o el Mitraísmo, el modelo de representación naturalista comienza a cuestionarse y aparecen otros modelos, donde el natural o la realidad, la simetría, la proporción o la perspectiva perderán importancia en pro de una arte más conceptual y simbólico que trata de representar conceptos o ideas, más acorde con los nuevos tiempos, ejemplos de este tipo de escultura lo encontramos en los Tetrarcas o la monumental escultura de Constantino.
Esta escultura la situaríamos, por todo lo dicho, dentro del periodo de Alto Imperio, concretamente en la etapa de la dinastía Julio-Claudia, en el siglo I d. C., ya que con la dinastía de los Antoninos se impone la moda de la barba como se observa en los retratos de Trajano o Adriano. En cuanto al autor, decir que durante el Imperio Romano, los escultores y los artistas plásticos en general fueron considerados como meros artesanos, simples ejecutores de un refinado trabajo manual, las obras carecen de firmas y no existen referencias a los mismos, ya que en la mayoría de los casos las esculturas eran realizadas por un taller, donde se realizaban múltiples copias que se distribuían por todo el territorio del Imperio.
A modo de conclusión diremos que el retrato reflejó mejor que ningún otro arte, la sociedad romana, desde la austeridad patricia de la época republicana, la magnificiencia y poderío de los emperadores, hasta la crisis tardorromana y el nuevo sentir religioso cristiano. Con la desaparición del Imperio Romano asistimos también al ocaso de un modo de representar bien de forma realista o bien de forma idealista la naturaleza. Deberán pasar diez siglos para que conceptos como la proporción, la simetría o la armonía vuelvan a ser los criterios que definan la belleza y que reaparecerán con el Renacimiento
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