«En Occidente, casi toda Hispania estaba pacificada, a excepción e la parte que toca las últimas estribaciones de los Pirineos y que baña el océano Citerior. En esta región vivían pueblos valerosísimos, los cántabros y los astures, que no estaban sometidos al Imperio. Fueron los cántabros los primeros que demostraron un ánimo de rebelión más resuelto, duro y pertinaz. No se contentaron con defender su libertad, sino que intentaron subyugar a sus vecinos los vaceos, túrmogos y autrigones a quienes fatigaban con frecuentes incursiones. Teniendo noticias de que su levantamiento iba a mayores, César no envió una expedición, sino que se encargó el mismo de ella. Se presentó en persona en Segisama e instaló allí su campamento. Luego dividió al ejército en tres partes e hizo rodear toda Cantabria, encerrando a este pueblo feroz en una especie de red, como se hace con las fieras […]. Los astures por ese tiempo descendieron de sus nevadas montañas con un gran ejército […] y se prepararon a atacar simultáneamente los tres campamentos romanos. La lucha contra un enemigo tan fuerte, que se presentó de repente y con planes tan bien preparados, hubiera sido dudosa, cruenta y ciertamente una gran carnicería, si no hubieran hecho traición los brigicinos […]. Estas luchas fueron el final de las campañas de Augusto y el fin de la revuelta de Hispania. Desde entonces sus habitantes fueron fieles al Imperio y hubo una paz eterna, ya por el ánimo de los habitantes que se mostraban más incitados a la paz, ya por las medidas de César quien, temeroso del refugio seguro que eles ofrecían las montañas, les obligó a vivir y a cultivar el terreno de su campamento, que estaba situado en la llanura. Allí debían tener la asamblea de su nación y aquella debía ser su capital. La naturaleza de la región favorecía estos planes, ya que toda ellas es una tierra aurífera y rica en borax, minio y otros colorantes. Allí les ordenó cultivar el suelo. Así, los astures trabajando la tierra, comenzaron a conocer sus propios recursos y riquezas mientras las buscaban para otros.»
Floro. Compendio de la Historia de Tito Livio.
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Ara Pacis (13-9 a. C.) Monumento conmemorativo de la Pax Romana |
CLASIFICACIÓN: Nos encontramos ante un texto de naturaleza historiográfica, se trata de un fragmento del Compendio de la Historia de Tito Livio, se trata de un resumen o epítome de la Historia Romana escrita por Tito Livio, este resumen escrito por Floro a comienzos del siglo II d. C. es una pieza fundamental para conocer la historia antigua de Roma, ya que de los 142 tomos de la obra original de Tito Livio sólo se han conservado 35, el resto lo conocemos a través de este Compendio de la Historia de Tito Livio escrita por Floro. Es por tanto una fuente secundaria y está fechada a comienzos del siglo II d. C. en época de Adriano. La finalidad es didáctica y divulgativa y está dirigida al público en general.
ANÁLISIS: La idea principal que subyace en el texto es el acontecimiento de las Guerras Cántabras. Estas guerras tienen lugar en el norte de Hispania, entre los años 29-19 a. C. y su importancia radica en que se consigue dominar por completo el territorio de Hispania.
También aparecen una ideas secundarias que podemos resumir en lo siguiente. Floro nos pone en antecedentes dicien, que Hispania no se encontraba totalmente sometida, que en el norte se encontraban pueblos como astures y cántabros que hostigaban a los pueblos vecinos, hasta que Roma decide intervenir iniciando las Guerras Cántabras, a su término, todo el territorio queda sometido al Imperio Romano y pacificado.
Para entender el texto en su profundidad es necesario aclarar algunos conceptos que aparecen en el texto. Con el término de Hispania, se entiende el territorio que hoy abarca la totalidad de la península Ibérica, que era el territorio más occidental del Imperio Romano. Con el término océano Citerior entendemos lo que hoy es el mar Cantábrico, que denominaba al mar que estaba más allá, siendo el mar más cercano el Mare Nostrum o Mediterráno. Con el término Imperio se refiere al Imperio Romano, ya que a partir del 27 a. C. el senado concede el título de «augustus» a Octavio, considerándose el final de la República Romana y el comienzo del Imperio Romano. Con lo términos de vaceos, túrmogos, autrigones, cántabros, astures y brigicinos, se hace referencia una serie de pueblos prerromanos que habitaban el norte de la península desde antiguo, con un gran componente celta, ya que tenían rasgos que pertenecían a corrientes culturales como Hallstatt o La Téne, su organización social era tribal con base en el parentesco, donde dominaba una aristocracia guerra, conocían la metalurgia, había pueblos nómadas con economía ganadera, así como otros que practicaban la agricultura y tenían una vida sedentaria en poblados denominados castros. Con los términos de César y Augusto se refiere a Octavio que ostentó el título de Imperator Caesar Augustus, de ahí el uso indistinto de ambas denominaciones, gobernó entre el 27 a. C. hasta el 14 d. C. Con Segisama se hace referencia a la actual ciudad de Castrogeriz, en la provincia de Burgos según algunos autores.
COMENTARIO: La conquista de Hispania por Roma, forma parte de un largo proceso que podemos dividir en varias etapas.
La primera etapa tiene lugar durante la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.). Tras la Primera Guerra Púnica (264-246 a. C.) dos grandes potencias se disputan el dominio del Mediterráneo occidental. Por un lado Cartago, y por otro lado la República Romana, en este escenario la península Ibérica adquiere un papel fundamental. Cartago, que había tenido colonias desde antiguo en la península Ibérica elige este territorio como zona de expansión, así en el 238 a. C. Amílcar Barca desembarca en Cádiz y rápidamente somete a los pueblos del Este y Sur peninsular. A partir del 220 a. C. el general Aníbal, decide utilizar la península como punto de partida para la conquista de Roma, iniciando así una expedición, con la intención de atravesar la Galia y los Alpes para llegar a la península Itálica. En su paso, ataca la ciudad de Sagunto, aliada de Roma, en este momento y ante la amenaza cartaginesa Roma decide intervenir, iniciándose la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.) La contienda tendrá dos escenarios, la península Itálica y la península Ibérica, con la retirada de Ánibal a las puertas de Roma y la gran victoria de Roma sobre Asdrúbal con la toma de Carthago Nova, se concluye esta primera etapa, donde Roma terminará dominando todo el litoral mediterráneo y sur de la península.
La segunda etapa tiene lugar con el desarrollo de las Guerras Celtibéricas y Lusitanas (153-133 a. C.) se trata de una serie de guerras con los pueblos que habitaban la meseta central y oeste de la península. La caída de Viriato, jefe de los lusitanos en el 139 a. C. y el asedio de Numancia que finaliza en el 133 a. C. dan fin a esta guerras y el dominio de gran parte de la península por Roma. Poco después, en el 123 a. C. se conquistan las Baleares.
La tercera etapa, es la que viene descrita en el texto, y se desarrolla durante las Guerras Cántabras (29-19 a. C.). En el norte quedaban pueblos como los astures y los cántabros, que todavía no estaban sometidos por el Imperio, se inicia una campaña en el 29 a. C., ante la dificulta de someterlos y las continuas hostilidades de cántabros y astures a pueblos vecinos, Octavio Augusto decide intervenir personalmente. Finalmente cántabros y astures son vencidos y sometidos al Imperio en el 19 a. C.
A partir de ese momento se inicia un periodo conocido como Pax Romana o también como Pax Augusta, debido a que se inicia con el Emperador Octavio Augusto. Que duraría aproximadamente hasta el inicio de la crisis del siglo III d. C. El Ara Pacis es una muestra de la conmemoración de esta paz que narra las victorias contras los galos, así como contra cántabros y astures.
Este periodo de paz dio lugar a que todos los habitantes del Imperio, incluidos los de la península Ibérica iniciaran un proceso de aculturación o asimilación cultural donde los romanos lograron imponer su estructura económica, su organización administrativa, su organización política, el latín, el derecho romano y la religión.
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